«Le pegaron con una brutalidad extrema provocándole lesiones serias en las costillas y en la cabeza, lo asfixiaron y en pocos minutos lo
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mataron, así de crudo y real, mientras el decía que se llevaran todo»…
«Lo más valioso que puede dar una persona a otra es su tiempo, y les agradezco por acompañarnos», arrancó Pedro Ragone hijo, en la multitudinaria marcha -unas mil personas- que acompañó a la familia Ragone, este viernes, cuando al grito de Justicia!!! la multitud reclamó el esclarecimiento del hecho.
Desde 25 de Mayo y Sarmiento, transitando lentamente Hasta Alsina, y dando la vuelta por Avellaneda hasta confluir en el obelisco de Marcos Paz, sobre esquina Independencia, tomó la palabra Pedro Ragone hijo, con sus ojos cargados de lágrimas y casi sin fuerzas para leer la nota que había preparado, y textualmente relató: «El día 12 de julio entraron delincuentes a robar a la casa donde vivían mis padres desde hace más de 40 años. Redujeron a mi mamá en el garage, la tiraron al piso, la ataron con alambre los pies y manos, le pegaron salvajemente trompadas y patadas por todo el cuerpo, nunca se resistió al robo y siempre trató de colaborar con lo que le pedían. A mi papá lo redujeron en el comedor, también lo amordazaron, lo ataron y le pegaron con una brutalidad extrema provocándole lesiones serias en las costillas y en la cabeza, lo asfixiaron y en pocos minutos lo mataron, así de crudo y real, mientras el decía que se llevaran todo, mientras lloraba desconsolado».
El relato más horroroso continuó: «Mi mamá permaneció 4 horas tirada en el piso, con las manos atadas con alambre, tiritando de frío, toda golpeada con hematomas en todo el cuerpo. Le gritaba a mi papá, pero nunca le respondió porque ya estaba muerto».
«Yo no voy a creer que ya no está más conmigo, que no voy a poder charlar más con él y pedirle una mano cuando necesite algo, para recibir un consejo. Tengo un dolor terrible, mucha rabia, mucha impotencia. Si tuviera que describir a mi papá tendría que decir que el trajo una cultura del esfuerzo traída desde su Italia, país al que añoró volver, nadie le regaló nada, él estaba convencido que para estar y ser mejor hay que romperse el alma todos los días. También, el compromiso que él abordaba todo lo que hacía, aunque muchas veces no sea remunerado o agradecido. La perseverancia era su principal bandera, ser constante y consistente, hacer todo lo que tuviera a su alcance para resolver un problema en forma honesta. El se definía como un solucionador de problemas, de eso pueden dar fe muchas personas de esta ciudad. Siempre dio una mano a personas conocidas como desconocidas, instituciones e incluso el Municipio. Les brindaba su tiempo y la palabra justa. Nunca se metió con nadie, no era rencoroso ante las diferencias. Mataron a una gran persona, nadie tiene el derecho de disponer de la vida de los demás, ni nadie merece morir de la forma en la que mi padre vivió. Son tiempos difíciles en los que se generan resentimientos, no somos enemigos sino vecinos que vivimos en la misma ciudad, en el mismo país y todos necesitamos lo mismo. Todos podemos tirar para el mismo lado, vamos a lograr lo que nos proponemos como comunidad, debemos pensarnos así y no como personas aisladas», añadió Pedro entre lágrimas.
Luego de leer una nota donde se le pide a la Justicia que trabaje a conciencia y se esclarezca el hecho para encontrar y condenar a todos los responsables, Pedro hizo honor al consejo de su padre, «insistiendo y volviendo a intentar una y otra vez, aunque muchas veces, nos decepcionemos. Por su memoria, para que pueda descansar en paz, no vamos a parar de reclamar Justicia».
Por último, hablaron Celia Tavaut y su sobrino Carlos, en una noche triste, donde sintieron el acompañamiento de una ciudad que no quiere más casos de inseguridad y que reclama justicia.